Artículo analiza cómo los insultos alejan votantes en elecciones
La neurociencia explica que el dolor social perdura más que el físico. Un análisis publicado hoy en Santa Cruz detalla cómo las agresiones políticas activan mecanismos cerebrales de rechazo en los electores. Basado en estudios de neuropsiquiatría y ciencia cognitiva.
«El cerebro clasifica en ‘nosotros’ y ‘ellos’ por instinto»
Según el texto, las personas reaccionan ante diferencias políticas como ante una amenaza. «El sistema límbico predice riesgos y bloquea mensajes de grupos percibidos como hostiles», señala. La neuropsiquiatra Friederike Fabritius confirma que el dolor social activa las mismas zonas cerebrales que el físico, pero es más persistente.
Consecuencias electorales
Los electores refuerzan su vínculo con su grupo de pertenencia («nosotros») al sentirse agredidos. El filósofo Daniel Dennet destaca que «somos máquinas de anticipación»: imaginamos lo peor ante discursos violentos. Esto, según el artículo, explica por qué las campañas basadas en insultos generan rechazo en lugar de adhesiones.
Lecciones desde la neurociencia
El texto subraya que ganar elecciones exige conectar emocionalmente sin agresiones. «La democracia se construye con argumentos, no falacias», resume. Irving Alcaraz, periodista citado, añade: «Nadie gana con votos propios, sino ajenos», destacando la necesidad de entender al elector diverso.
Heridas que no cierran
La discriminación y exclusión política dejan huellas profundas, según estudios mencionados. El artículo recuerda que el cerebro prioriza la seguridad, lo que lleva a los votantes a alejarse de opciones asociadas a conflictos pasados o futuros.
Un voto, muchas emociones
El análisis concluye que las estrategias electorales efectivas requieren empatía cognitiva. La clave, según el texto, es transformar «ellos» en «nosotros» mediante interacciones horizontales, evitando mensajes que activebn alarmas cerebrales de peligro.