Noboa y González empatan en segunda vuelta presidencial de Ecuador
Ambos candidatos obtuvieron un 44% de votos en primera vuelta. La elección se define este domingo en un contexto de inestabilidad política, económica y social, agravada por los aranceles de EE.UU. a productos ecuatorianos.
«Una batalla entre continuismo y correísmo»
El presidente Daniel Noboa busca la reelección para «solventar las crisis de su breve mandato», marcado por inseguridad, apagones y tensiones con su exvicepresidenta. Luisa González, candidata de Revolución Ciudadana (RC), promete «devolver el legado de Rafael Correa» con políticas de intervención estatal y lucha contra la corrupción.
Los ejes de Noboa
Su programa se centra en mejorar prestaciones sociales, atraer inversión extranjera y garantizar suministro energético. Destaca su propuesta de infraestructura nacional para evitar apagones, recurrentes en su gestión. Noboa ha nombrado a María José Pinto como compañera de fórmula, tras su ruptura con Verónica Abad.
Las promesas de González
La candidata propone renegociar la deuda pública, implementar un ingreso básico universal y reformar la Policía. Con apoyo clave de Pachakutik (brazo político de CONAIE), busca reconciliar al correísmo con el movimiento indígena, históricamente enfrentado.
El peso de los votos no decididos
El respaldo de Pachakutik a González podría inclinar la balanza, mientras Andrea González (Partido Sociedad Patriótica) critica a ambos sin definir su voto. Las encuestas muestran diferencias menores al 2%, convirtiendo cada apoyo en crucial.
Ecuador, entre dos modelos
El país enfrenta elecciones polarizadas: Noboa representa ajustes técnicos a problemas urgentes, mientras González encarna el retorno al modelo correísta (2007-2017). La inestabilidad económica, agravada por aranceles de EE.UU., y la crisis de seguridad marcan el escenario.
El domingo se escribe el futuro
El resultado definirá no solo el liderazgo político, sino el rumbo económico y social de Ecuador. La alta fragmentación electoral y los apoyos tardíos revelan un electorado dividido, donde la gestión de crisis inmediatas competirá con proyectos de largo plazo.