Corea del Sur invierte en astilleros de EE. UU. mientras Japón se retira
Japón rechaza invertir en astilleros estadounidenses por altos costes y falta de cadena de suministro. El marco de inversión conjunto entre Washington y Tokio ascendía a 550.000 millones de dólares. Corea del Sur, en cambio, avanza con una inversión valorada en 150.000 millones.
La estrategia divergente de dos gigantes navales
Mientras Japón prioriza reforzar su debilitada industria nacional con un paquete de 6.700 millones de dólares, Corea del Sur vincula su propio acuerdo arancelario con Washington a una inversión en construcción naval. El gobierno surcoreano ha alentado a sus conglomerados, como Hyundai, Samsung y Hanwha, a expandirse en Estados Unidos.
El obstáculo logístico japonés
Los astilleros privados japoneses se niegan a invertir en EE. UU. Argumentan que transportar hasta 200.000 componentes separados para construir barcos tomaría años antes de que se forme una cadena de suministro viable. En su lugar, los ejecutivos dicen que deben usar su capital escaso para estabilizar la producción dentro de Japón.
La apuesta surcoreana
Corea del Sur ya ha dado un paso crucial. Hanwha adquirió Philly Shipyard en diciembre de 2024, asegurando una presencia directa en la construcción naval y comercial estadounidense. Los astilleros coreanos disfrutan de un fuerte respaldo en su país, donde Seúl utiliza fondos públicos para mantener el flujo de pedidos y desarrollar diseños avanzados.
Un sector naval en crisis
Japón construía décadas atrás una parte líder de los barcos comerciales mundiales, pero ahora su cuota es de entre el 12% y el 13%. China domina con más de la mitad del mercado global y Corea del Sur posee cerca del 30%. Estados Unidos, en comparación, produce aproximadamente el 0,1% de la tonelaje global.
Un nuevo aliado industrial para Washington
Corea del Sur se perfila ahora como el socio más confiable para ayudar a Washington a revivir su casi desaparecida base de construcción naval. Esta colaboración se presenta como una respuesta práctica a los retrasos y sobrecostes que enfrentan los programas navales estadounidenses, incluyendo una nueva clase de fragatas que lleva años de retraso y los problemas de mantenimiento de la Armada.