Putin afirma que Trump habría evitado la guerra de Ucrania
Los presidentes de EE.UU. y Rusia mantuvieron una cumbre en Alaska con un tono conciliador. Putin respaldó la tesis de Trump sobre el conflicto ucraniano durante su primer encuentro tras la reelección del estadounidense. El diálogo personal abre una posible distensión entre ambas potencias.
«El deshielo de Alaska»: un giro en la diplomacia global
En una base aérea de Alaska, Trump y Putin mostraron una «química personal inédita» tras tres horas de conversaciones privadas. El líder ruso afirmó que, con Trump en el poder en 2022, «la guerra no habría estallado», reforzando la narrativa del mandatario estadounidense como negociador clave. La cumbre no produjo acuerdos concretos, pero revivió la posibilidad de un acercamiento bilateral.
Repercusiones estratégicas
El gesto de Putin presiona a Ucrania y la UE, mientras Trump insinuó futuras conversaciones incluyendo a Zelenskyy. Críticos en Occidente ven riesgos de «normalizar» a Rusia sin avances en el terreno, pero el encuentro podría alterar el equilibrio geopolítico, especialmente en las relaciones de Moscú con China.
De enemigos a interlocutores: simbolismo y advertencias
El acto más simbólico fue la ofrenda de Putin a pilotos soviéticos que colaboraron con EE.UU. en la Segunda Guerra Mundial, evocando una alianza histórica. Sin embargo, la orden de arresto de la CPI contra Putin y la falta de compromisos tangibles plantean dudas sobre un avance real.
El factor China y la OTAN
Una distensión entre Washington y Moscú debilita la dependencia rusa de Beijing y genera incertidumbre en la OTAN, cuyos miembros temen que Trump priorice acuerdos bilaterales sobre la seguridad colectiva.
Hielo quebradizo: lecciones del pasado
La cumbre de Helsinki en 2018, también marcada por la cordialidad entre ambos líderes, no impidió el posterior deterioro de relaciones. El contexto actual repite patrones: diálogo personal sin mecanismos concretos de desescalada en Ucrania o control de armas.
¿Un nuevo capítulo o un espejismo?
El encuentro demuestra que la diplomacia directa sigue siendo una herramienta, incluso entre adversarios. Su impacto real dependerá de si la conexión personal se traduce en acciones, en un escenario donde persisten barreras legales, morales y militares.