Ocho candidatos compiten en elecciones cruciales para Bolivia
Los comicios del 17 de agosto podrían marcar un «final de ciclo» político. Ocho aspirantes, todos varones, disputan la presidencia en un proceso complejo, con riesgo de anulación por falta de blindaje legal. El TSE advierte sobre la fragilidad del proceso.
«Una papeleta con ausencias y última hora»
La boleta electoral incluye ocho candidatos, pero dos partidos (NGP y Morena) se retiraron tras su impresión. Los votos en sus casillas serán nulos, según el vocal del TSE Gustavo Ávila. Jhonny Fernández (Alianza Fuerza del Pueblo) es el único sin vicepresidente definido, con plazo hasta el 13 de agosto.
Empate técnico y riesgo para minorías
La última encuesta de Spie SRL muestra un empate entre Tuto Quiroga (24,45%) y Samuel Doria Medina (23,64%), seguidos por Rodrigo Paz Pereira (9,10%) y Manfred Reyes Villa (8,79%). Candidatos como Eduardo Del Castillo (MAS) o Pavel Aracena (ADN) rondan el 2%, con riesgo de perder personería jurídica.
«¿El fin de una era política?»
Analistas como Jorge Richter señalan que el MAS y el bloque social popular enfrentan una crisis por divisiones internas. «La oposición tampoco ha construido una propuesta clara en 20 años», critica. Gonzalo Lema, exvocal de la CNE, coincide en que se percibe un cambio de etapa, pero destaca los desafíos organizativos del TSE.
Proceso judicializado y sin garantías
El vocal Tahuichi Tahuichi califica estos comicios como «los más complejos» por las acciones legales pendientes. La falta de una ley de preclusión electoral deja abierta la posibilidad de que el TCP anule o postergue las elecciones. Solo se aprobó el sistema TREP de transmisión de resultados.
Bolivia en la antesala de un giro
Tras 20 años de hegemonía del MAS, las elecciones reflejan fragmentación política y desgaste de los actores tradicionales. El TSE habilita a 7,9 millones de votantes, pero el proceso arrastra deficiencias legales y tensiones entre continuismo y posibles cambios de modelo.
El domingo se define más que un presidente
Los resultados no solo elegirán al próximo mandatario, sino que podrían reconfigurar el mapa político boliviano. Con un escenario ajustado y sin consensos institucionales, la estabilidad democrática dependerá de la transparencia y aceptación de los resultados.