China Miéville critica uso de la ciencia ficción como ‘blueprint’

El escritor China Miéville analiza cómo figuras como Elon Musk distorsionan el mensaje de la ciencia ficción, género que refleja ansiedades del presente, no predicciones del futuro.
TechCrunch
Retrato de una persona con chaqueta oscura frente a un fondo desenfocado.
Un primer plano de una persona calva llevando una chaqueta oscura frente a un fondo desenfocado.

China Miéville defiende la ciencia ficción ante malas interpretaciones

El escritor critica que tecnólogos usen el género como «blueprint» del futuro. En una entrevista por el 25° aniversario de «Perdido Street Station», Miéville analiza la relación entre la ciencia ficción y la distorsión de su mensaje por parte de figuras como Elon Musk.

«La ciencia ficción siempre habla del presente»

Miéville, autor clave del «new weird», argumenta que el género refleja «ansiedades del ahora», no predicciones. «Es un error categorial leerla como un manual para el futuro», afirma. Critica especialmente la obsesión de algunos magnates tecnológicos con colonizar Marte: «Es una deriva sociópata, pero no es culpa de la ciencia ficción«.

Subculturas y banalización

El escritor reconoce que la popularización del género tiene un coste: «Surgen versiones domesticadas y clichés», como los «peluches de Cthulhu». Aunque valora que más autores exploren estas tradiciones, advierte sobre «la pérdida de intensidad» cuando lo alternativo se masifica.

Raíces de un género disruptivo

Miéville se inspiró en autores como Mervyn Peake y la revista «New Worlds» para alejarse de la fantasía comercial dominante en los 90. «Perdido Street Station» (2000) mezcló ciencia ficción, horror y política, abriendo paso al «new weird», que hoy influye desde la literatura hasta el cine.

Un mensaje claro: leer mejor

Miéville descarta que los escritores deban autocensurarse: «No hay historias que eviten malas interpretaciones». Su próximo libro, en desarrollo por 20 años, llegará en 2026. Mientras, insiste: el problema no es el género, sino «un capitalismo que fetichiza sus gadgets».