Jóvenes con enfermedades invisibles relatan su lucha diaria
Cuatro mujeres comparten cómo afrontan sus diagnósticos de ME/CFS, POTS, depresión y tumores cerebrales. Sus testimonios revelan los desafíos de vivir con dolencias no visibles en la juventud. Protagonistas como Marina (32) o Anna describen síntomas limitantes y la búsqueda de normalidad.
«Antes corría, ahora me agoto paseando al perro»
Marina, investigadora de 32 años con un tumor cerebral, recuerda cómo sus síntomas comenzaron a los 15 con pérdidas de memoria y vértigos: «Pasé de sacar sobresalientes a suspender». Anna sufre POTS, un síndrome que le provoca «mareos y piernas como gelatina» desde 2024. Ambas destacan el impacto en sus estudios y vida social.
Diagnósticos que cambian vidas
Las cuatro protagonistas coinciden en que la falta de señales físicas externas complica el reconocimiento social. Simin y Emily añaden que enfermedades como la depresión o ME/CFS (encefalomielitis miálgica) les obligan a «renunciar a planes espontáneos» y adaptar sus metas laborales.
Entre la resignación y la resistencia
Pese a las limitaciones, todas priorizan su autonomía: Marina continúa su doctorado, Anna gestiona su energía con horarios estrictos. «La sociedad debe entender que no por ser jóvenes estamos sanos», reclaman. Exigen más apoyos en universidades y espacios públicos.
Una batalla contra los prejuicios
El artículo subraya que el 75% de enfermedades crónicas en jóvenes son «invisibles», según datos de Connected Archives. Muchas, como el POTS de Anna, tardan años en diagnosticarse. La falta de adaptaciones laborales y académicas agrava su situación.
Pequeñas victorias, grandes luchas
Los relatos muestran cómo convivir con estas dolencias implica redefinir éxitos cotidianos, desde finalizar una clase hasta caminar sin ayuda. El texto, publicado originalmente en ZEIT Campus, busca sensibilizar sobre realidades aún ignoradas en políticas públicas.