Agricultura sostenible en el Amazonas: desafíos y resistencia

Comunidades en el Amazonas luchan por mantener prácticas agrícolas sostenibles frente a la deforestación y la falta de apoyo institucional. Conoce los desafíos y las historias de resistencia.
Mongabay Environmental News
Persona de pie en un campo con arbustos y árboles, mirando hacia arriba.
Una persona está de pie en un entorno natural rodeado de vegetación densa, enfocando su atención en un árbol alto.

La lucha por la agricultura sostenible en un foco de deforestación del Amazonas

En el suroeste del estado de Pará, Brasil, comunidades locales enfrentan desafíos monumentales para mantener iniciativas agrícolas sostenibles en una región dominada por la soja, la ganadería, la minería de oro y la tala. A pesar del discurso global sobre la bioeconomía, los agricultores denuncian la falta de apoyo financiero y administrativo, lo que ha llevado a la pérdida de tierras y al avance de prácticas insostenibles. Mariana Rodrigues, una de las pocas resistentes, lucha por mantener viva la agricultura familiar en el asentamiento PDS Brasília, un área que alguna vez fue un símbolo de reforma agraria.

Un asentamiento sostenible en peligro

El asentamiento PDS Brasília, creado en 2005 en honor al líder campesino Bartolomeu Moraes, fue diseñado para albergar a 500 familias que practicarían la agricultura familiar mientras conservaban una gran área de bosque. Sin embargo, 19 años después, solo 200 familias permanecen en sus tierras. Muchas han vendido ilegalmente sus parcelas a grandes ganaderos, lo que ha convertido el 75% del área en pastizales para ganado, una práctica prohibida en este tipo de asentamientos.

Mariana, quien cultiva cacao y frutas amazónicas como el açaí y el pequi, ha formado una asociación de mujeres para procesar y comercializar sus productos. Sin embargo, la falta de financiamiento para construir una agroindustria local es uno de los mayores obstáculos. “Tenemos la materia prima, pero no dónde procesarla”, lamenta.

La bioeconomía sin glamour

Mientras la bioeconomía se promueve en foros internacionales como una solución para generar ingresos y proteger los bosques, en el terreno la realidad es muy diferente. Miguel Mernitzki, un apicultor de Castelo dos Sonhos, encontró en la miel una alternativa más accesible que la soja o la minería. Sin embargo, denuncia la falta de apoyo gubernamental y privado para proyectos sostenibles. “Estamos solos”, afirma.

Por otro lado, Gustavo Grotto, un ganadero que decidió invertir en plantaciones de açaí, ha logrado obtener financiamiento bancario. Aunque su iniciativa es innovadora, también enfrenta desafíos como la sequía y los incendios, que afectaron la productividad y el sabor de sus frutos. “Es como una isla de conciencia en medio de un mar de pastizales”, describe.

El contexto histórico de la deforestación

La región de la BR-163, donde se encuentra el PDS Brasília, es uno de los focos de deforestación y conflictos territoriales más intensos del Amazonas. Colonizada en los años 80 por buscadores de oro y madera, hoy es un corredor agroindustrial. En 2019, ganaderos coordinaron el “Día del Fuego”, quemando grandes extensiones de bosque para expandir pastizales, aprovechando las políticas ambientales laxas del entonces presidente Jair Bolsonaro.

Este contexto histórico explica por qué iniciativas como las de Mariana y Miguel son tan difíciles de sostener. La presión de la agroindustria y la minería, sumada a la falta de apoyo institucional, ha convertido la agricultura sostenible en una lucha cuesta arriba.

Fuentes y transparencia

La información de esta noticia se basa en reportajes de Mongabay, una organización especializada en periodismo ambiental, y en declaraciones directas de los protagonistas, como Mariana Rodrigues y Miguel Mernitzki. Además, se consultaron datos de MapBiomas, una red de organizaciones civiles que monitorea el uso del suelo en Brasil.

La lucha por la agricultura sostenible en el Amazonas no solo es una batalla por la tierra, sino también por un modelo económico que priorice la conservación y el bienestar de las comunidades locales. Mientras el mundo habla de bioeconomía, en el terreno la realidad es mucho más compleja y menos glamorosa. Sin un apoyo firme de gobiernos y bancos, iniciativas como las de Mariana y Miguel seguirán siendo excepciones en un paisaje dominado por la deforestación y la agroindustria.