Trump despliega Marines en Los Angeles ante protestas contra redadas de ICE
700 militares activos intervienen en California pese a la oposición del gobernador Newsom. El presidente invoca la Ley de Insurrección de 1807, comparándose con precedentes históricos polémicos. La medida llega tras federalizar a 4.000 guardias nacionales.
«Palabras de un autoritario»: la escalada que divide a EE.UU.
El gobernador de California, Gavin Newsom, calificó la decisión de Trump como «moralmente reprobable» y acusó al mandatario de «amenazar a los estadounidenses con su propio ejército». La administración justifica el despliegue como protección de edificios federales, pero críticos lo ven como una represión a manifestantes contrarios a las redadas de inmigración.
Lecciones históricas: cuándo funciona (y cuándo fracasa) el uso de tropas
La Ley de Insurrección ha sido invocada antes: Lincoln suspendió libertades civiles durante la Guerra Civil, mientras que Hoover ordenó desalojar a veteranos de la Primera Guerra Mundial en 1932, lo que precipitó su impopularidad. Casos como el de Bush en 1992 (disturbios por Rodney King) muestran que el apoyo depende de si la acción se percibe como restauración del orden o represión política.
De Grant a Johnson: el ejército como árbitro interno
En 1877, el presidente Hayes usó tropas para romper huelgas ferroviarias, generando desconfianza duradera en los sindicatos. En contraste, Lyndon B. Johnson envió paracaidistas a Detroit (1967) y Washington (1968) durante revueltas raciales, con aceptación mayoritaria, al enmarcarlo como protección civil.
Un patrón claro: proteger vs. reprimir
La historia muestra que los ciudadanos toleran intervenciones militares cuando previenen caos, como en 1992, pero rechazan su uso contra protestas socioeconómicas, como el «Bonus Army» de 1932. Trump enfrenta ahora el mismo dilema: ¿restaura el orden o silencia disidencia?
El peso de la percepción pública
El éxito de la medida dependerá de si los votantes la ven como una acción necesaria o un exceso autoritario. Analistas recuerdan que decisiones similares definieron legados presidenciales, desde Lincoln hasta Bush.