Sindicatos bolivianos acumulan poder y debilitan al Estado
Organizaciones sindicales controlan servicios y territorios con impunidad. Desde 2006, el modelo estatal boliviano priorizó el diálogo con movimientos sociales, pero derivó en distorsiones democráticas. Ciudadanos enfrentan tarifas infladas, trámites extorsivos y servicios deficientes.
De defensores laborales a poderes paralelos
Los sindicatos bolivianos, especialmente cocaleros y transportistas, han mutado de actores reivindicativos a estructuras con control territorial y político. «El Chapare es un enclave donde el Estado es marginal», ejemplifica el texto. Impunidad, bloqueos y presión definen su accionar.
Captura de servicios esenciales
En cooperativas de agua o telecomunicaciones, los sindicatos heredan empleos a familiares y exigen aumentos salariales insostenibles. Ciudadanos financian privilegios mediante tarifas altas. En transporte, cuotas sindicales y desfalcos son recurrentes, sin transparencia.
Mercados privatizados por gremiales
Los sindicatos de comerciantes venden puestos públicos como propiedad privada, cobran cuotas y expulsan a quienes no pagan. Alcaldías pierden autoridad frente a estas mafias, que operan con préstamos usurarios.
Una simbiosis que corroe la democracia
El texto describe una alianza estructural entre sindicatos y el MAS: líderes perpetuados en cargos, corrupción en instituciones públicas y cooptación de espacios políticos. «Dirigentes sin competencias técnicas deciden políticas nacionales», señala.
Raíces de un sistema capturado
La Constitución de 2009 y el Estado Plurinacional legitimaron a los sindicatos como interlocutores privilegiados. Pero su poder, inicialmente para incluir a campesinos e indígenas, degeneró en corporativismo sin controles. Hoy, paralizar el país es su principal herramienta de negociación.
Un callejón sin salida visible
La crítica a los sindicatos se considera tabú, y las reformas parecen inviables ante estructuras enquistadas. La ciudadanía sufre servicios colapsados y corrupción sistémica, mientras el ciclo de abuso se normaliza.