Cuba envía combatientes a Rusia para la guerra de Ucrania
Entre 1.000 y 5.000 cubanos han servido en unidades rusas, según una evaluación de Estados Unidos. La inteligencia militar ucraniana ha identificado a 1.076 nacionales, con 96 muertos o desaparecidos. El reclutamiento se realiza a través de redes sociales y ofrece salarios que cambian la vida en la economía cubana.
La ruta del reclutamiento
La ruta humana es simple: ofertas en redes sociales prometen sueldos estables, viajes con visados turísticos o de trabajo y contratos en ruso. Muchos reciben solo dos semanas de entrenamiento en el centro Avangard cerca de Moscú antes de ser destinados a labores de asalto. El salario reportado ronda los 2.000 dólares mensuales, una suma transformadora en la actual economía cubana.
Actores y repercusiones
Intermediarios, presentados como facilitadores de «trabajo» o «construcción», cubren el gap con documentos, billetes y una rápida incorporación. La Habania niega enviar personas a la guerra y señala procesamientos bajo sus leyes anti-mercenarias desde 2023. Estas medidas legales coexisten con vínculos de defensa más cálidos con Rusia y Bielorrusia.
Incentivos económicos detrás del flujo
La historia subyacente trata de incentivos, no de ideología. La tensión económica de Cuba hace atractivos los contratos militares en el extranjero para jóvenes con pocas opciones. Rusia necesita mano de obra que no provoque rechazo interno. Las plataformas sociales completan el proceso, convirtiendo anuncios dirigidos en un goteo constante de reclutas.
Implicaciones de seguridad hemisférica
Los combatientes aprenden tácticas urbanas de pequeñas unidades, manejo de drones y contramedidas electrónicas. Los veteranos que regresan a Cuba, o se desplazan por regímenes aliados en la región, pueden ser absorbidos por fuerzas de seguridad, contratados por redes criminales o utilizados para reforzar gobiernos frente a protestas callejeras. Esto supone un problema de seguridad hemisférico.
Respuestas y vigilancia futura
Las acciones a observar ahora incluyen: un monitoreo más estricto de las rutas que pasan por Minsk y Moscú, sanciones a reclutadores y facilitadores de viajes, una mayor compartición de inteligencia con socios democráticos en Latinoamérica e inversiones en estándares policiales y resiliencia de la sociedad civil en países vulnerables a la infiltración. Las consecuencias no se quedarán en el Donbás.