Economía europea cambia lucha inflacionaria por crisis de demanda
La inflación se enfría pero el gasto se debilita en las principales economías. Nuevos datos de Alemania, Francia, España e Italia muestran un panorama económico divergente. El principal riesgo ya no son los precios, sino la falta de consumo.
Un continente, cuatro realidades diferentes
Los datos de agosto muestran que Europa no se mueve como un bloque unificado. Mientras los precios se moderan en general, el comportamiento del consumo y el crecimiento varía enormemente entre las cuatro mayores economías, creando ciclos económicos distintos.
Alemania y Francia: precios a la baja, consumo débil
En Alemania, la inflación interanual se ralentizó al 2.2% en agosto y los precios de importación cayeron un 1.4% en julio. Sin embargo, las ventas minoristas cayeron un 1.5% respecto a junio. Francia presenta una situación similar, con una inflación del 0.9% en agosto pero un gasto de los hogares que cayó un 0.3% en julio.
España e Italia: dos extremos opuestos
España destaca positivamente, con una inflación del 2.7% y unas ventas minoristas que se dispararon un 4.7% interanual en julio. Italia muestra el panorama contrario: su economía se contrajo un 0.1% en el segundo trimestre y el crecimiento anual se ralentizó hasta apenas el 0.4%.
El fantasma de las expectativas inflacionistas
Una encuesta del Banco Central Europeo revela que la gente aún espera una inflación superior al 2% durante los próximos tres años. Esto significa que las empresas no pueden dar por sentado que la estabilidad de precios vaya a durar, añadiendo otra capa de incertidumbre.
De la guerra de precios a la guerra por el consumidor
El contexto reciente estaba dominado por la batalla contra la inflación y el alza de los costes. Ahora, el panorama ha dado un giro hacia una crisis de demanda donde el consumo se debilita en las principales economías, aunque de forma desigual.
Un nuevo desafío para empresas e inversores
La implicación inmediata es que las empresas deben cambiar su estrategia. El principal riesgo ya no es la inflación, sino la demanda. Las compañías necesitarán centrarse menos en subir precios y más en cómo vender en mercados donde los consumidores son cautelosos o están ausentes, aprovechando las oportunidades donde el gasto se mantiene fuerte.