Censo 2024 revela que el 38,7% de bolivianos se autoidentifica como indígena
Un total de 4.302.484 personas se reconocen como parte de un pueblo originario. Los datos, presentados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), muestran una tendencia descendente en la autoidentificación indígena a largo plazo. Quechuas y aymaras son las naciones mayoritarias.
Una radiografía de la identidad
El director ejecutivo del INE, Humberto Arandia, presentó la base de datos completa del operativo censal desarrollado en 2024. Los resultados indican que, del total de 11.365.333 habitantes del país, el 38,7% declara pertenecer a una nación, pueblo indígena originario campesino o afroboliviano. Esta cifra representa un aumento frente a encuestas recientes, pero confirma una reducción significativa comparada con el 62% registrado en 2001.
Los pueblos mayoritarios y minoritarios
La nación quechua encabeza la lista con 1.646.811 personas, seguida muy de cerca por la aymara, con 1.595.045. En el otro extremo, algunos pueblos pequeños apenas registran unas decenas de miembros, como los Toromona (14 personas) o los Machineri (72). La diversidad es amplia, desde los guaraníes (103.712) hasta comunidades amazónicas más reducidas.
Otros hallazgos relevantes
El INE también informó que la población de 65 años o más pasó del 5% al 7,4%, lo que plantea desafíos de políticas públicas. Asimismo, 544.984 personas (4,8%) se incluyeron en la categoría de “otras declaraciones” y 943 bolivianos se identificaron como pertenecientes a pueblos indígenas extranjeros.
Una tendencia que viene de lejos
La autoidentificación indígena en Bolivia ha mostrado una tendencia descendente en las últimas dos décadas. Tras el 62% de 2001, la cifra bajó al 41% en el Censo de 2012. Posteriormente, la Encuesta de Hogares 2018 registró un 34% y la de 2021 un 26,5%. El nuevo dato del censo sitúa el porcentaje en 38,7%.
Un dato que abre el debate
La reducción progresiva en la autoidentificación indígena es objeto de debate. Para algunos investigadores y autoridades, responde a procesos de mestizaje y urbanización que diluyen las identidades originarias. Para otros, es reflejo de la falta de políticas sostenidas que refuercen la pertenencia cultural de las nuevas generaciones.