Bolivia celebra elecciones presidenciales en un contexto de crisis económica
Más de 7,9 millones de ciudadanos votan en un proceso sin acusaciones masivas de fraude. La jornada transcurre con normalidad, supervisada por el Órgano Electoral y veedores internacionales. Sin embargo, la grave situación económica condiciona las decisiones en las urnas.
Un voto marcado por la urgencia económica
El proceso electoral, el undécimo desde el retorno a la democracia en 1985, se desarrolla en un ambiente menos tensionado. No obstante, la inflación, la escasez de hidrocarburos y la falta de dólares golpean a las familias bolivianas desde hace más de dos años. Esta fragilidad hace que los votantes sigan una lógica práctica: buscan una salida viable a la crisis.
Un panorama político fragmentado
Un rasgo particular de estas elecciones es la división del MAS en tres fracciones. Por segunda vez desde 2020, Evo Morales no figura en la papeleta, lo que abre un panorama más competitivo e incierto. Esta fragmentación resta hegemonía al partido que dominó la escena política durante casi dos décadas.
El día de la votación
La ciudadanía acude a los recintos electorales en una jornada supervisada por el Tribunal Supremo Electoral. La Policía y las Fuerzas Armadas garantizan la seguridad, mientras que observadores internacionales y nacionales certifican la transparencia a lo largo del proceso.
La sombra de una economía al límite
El nuevo gobierno hereda un país con enormes problemas económicos. El Estado gasta más de lo que recauda y las reservas internacionales están en mínimos históricos. La escasez de dólares pasó de ser un tema técnico a una preocupación cotidiana para empresas y ciudadanos. Los subsidios a los combustibles drenan miles de millones de dólares y generan distorsiones.
Un futuro entre la esperanza y el riesgo
Bolivia se encuentra en un punto de inflexión. El liderazgo que surja debe enfrentar el reto de reconstruir instituciones democráticas debilitadas y emprender reformas económicas impopulares pero necesarias. El país cuenta con oportunidades, como recursos estratégicos (litio) y potencial agroindustrial, pero requiere legitimidad, visión de largo plazo y capacidad de diálogo para transformar la crisis en un catalizador de cambio.