Sandro Castro, nieto de Fidel, critica la crisis cubana en redes
El influencer cubano ironiza sobre la escasez de alimentos y apagones. Con 120.000 seguidores, sus videos generan polémica entre simpatizantes y detractores del gobierno. Su perfil en Instagram mezcla humor y críticas veladas a la situación en la isla.
«Pollo a la cerveza… sin pollo»: el humor ácido de un Castro
Sandro Castro (33 años), nieto de Fidel, utiliza personajes como Vampirach para cuestionar la falta de combustible, medicinas y electricidad. «Si yo te cojo como la UNE, te doy cada cuatro horas», bromea sobre los cortes de luz. Sus seguidores lo llaman «próximo presidente», mientras afines al régimen lo tildan de «imbécil».
Reacciones divididas
El escritor Ernesto Limia lo acusó de «no respetar la memoria» de su abuelo. El Necio, influencer oficialista, exigió que la policía lo cite por «atentar contra la seguridad del país». En contraste, el disidente Manuel Cuesta Morúa ve en Sandro «la ruptura generacional con la revolución».
De Mercedes-Benz a neones: los privilegios bajo la lupa
En 2021, un video mostró a Sandro manejando un Mercedes-Benz de lujo («nuestros juguetitos»), provocando indignación. En 2024, celebró su cumpleaños en su bar EFE –con neones y música– durante un apagón nacional. El contraste con la realidad cubana alimenta las críticas.
La sombra de Punto Cero
La familia Castro vive en Punto Cero, zona restringida de La Habana. Mientras los hijos de Raúl Castro ocupan cargos políticos, Sandro y su padre Alexis –cuya cuenta crítica en X desapareció en 2023– evitan la vida pública, pero no el escándalo.
Cuando los nietos no heredan la revolución
Cuba enfrenta su peor crisis económica en décadas, con escasez generalizada y migración masiva. Sandro simboliza una generación que, pese a su apellido, usa las redes para burlar la censura con humor, aunque sin renunciar a sus privilegios.
Un termómetro de malestar en la isla
La polémica alrededor de Sandro Castro refleja el descontento social y las grietas en el relato oficial. Su caso demuestra que incluso dentro de la élite, las redes sociales se han convertido en un espacio de disputa política.