Inflación acumulada en Bolivia alcanza el 16,92%, la más alta en 34 años
El INE reporta una cifra récord desde 1991. En julio, la inflación mensual bajó al 1,20%, pero la interanual supera el 25%. Economistas advierten sobre la pérdida del poder adquisitivo y factores como la inestabilidad política.
«Un thriller económico»: cifras que alarman
El Instituto Nacional de Estadística (INE) confirmó que la inflación acumulada hasta julio de 2025 es del 16,92%, superando las proyecciones gubernamentales. El economista Fernando Romero destacó que «es la más alta en 34 años», incluso por encima de las tasas anuales registradas entre 1991 y 2024.
¿Qué pasó en julio?
El IPC de julio mostró una desaceleración (1,20%), muy inferior al 5,21% de junio. Sin embargo, Gonzalo Chávez, otro experto, subrayó que la inflación interanual (julio 2024-julio 2025) supera el 25%, un escenario que calificó como «digno de un thriller económico».
Suben almuerzos, bajan carnes: el vaivén de los precios
Humberto Arandia, director del INE, detalló que los mayores incrementos en julio afectaron a almuerzos, plátanos, transporte interdepartamental y artículos de aseo. En contraste, hubo caídas en productos frescos como carne de res, pollo, cebolla y tomate, debido al restablecimiento del abastecimiento. «La carne de res bajó después de ocho meses», precisó.
Factores detrás de la tendencia
Arandia atribuyó parte de la mejora a la reducción del dólar paralelo (menos de Bs 14), impulsada por créditos internacionales y superávit comercial. No obstante, Chávez alertó sobre la expansión monetaria y la inestabilidad política como detonantes inflacionarios: «Los precios se comen los salarios».
Cuando 1991 parece ayer
Bolivia no registraba una inflación acumulada tan alta desde 1991, año marcado por crisis económicas severas. Romero enfatizó que el poder adquisitivo del boliviano se redujo en más del 40%, pese a la desaceleración reciente.
¿Alivio o espejismo?
Aunque julio mostró cifras menores, los expertos coinciden en que la presión inflacionaria persiste. La población sigue sintiendo el impacto al comprar alimentos y servicios básicos, en un contexto donde los salarios pierden valor aceleradamente.