TSE recibe respaldo político pese a baja médica de su presidente
Óscar Hassenteufel seguirá al frente del órgano electoral hasta su retorno el 25 de julio. Fuerzas políticas y analistas avalan su continuidad para garantizar los comicios del 17 de agosto. Yajaira San Martín asume como presidenta interina.
«Un proceso electoral que no puede tambalear»
El Tribunal Supremo Electoral (TSE) desmintió rumores de renuncia de su presidente interino, Óscar Hassenteufel, quien está con baja médica hasta el 25 de julio. Los vocales Francisco Vargas, Gustavo Ávila, Nelly Arista y Yajaira San Martín reafirmaron su compromiso con el cronograma electoral. San Martín asumirá temporalmente la presidencia.
Reacciones cruzadas
Rodrigo Paz (PDC) advirtió sobre «intenciones de perjudicar los comicios», pero respaldó al TSE: «Ante un rumor tiembla toda la estructura institucional». Branko Marinkovic (Libre) destacó la labor de Hassenteufel: «Es clave para que haya elecciones». En contraposición, el senador Luis Adolfo Flores (MAS) criticó la «falta de transparencia» del órgano.
Voces expertas y ciudadanía en vilo
El abogado José Antonio Rivera subrayó que la presencia de Hassenteufel «es vital» para la credibilidad del proceso. Mientras, el candidato Alberto Astorga (Libre) pidió «mejorar la coordinación para dar certidumbre». Las declaraciones reflejan la polarización en torno a las elecciones, donde algunos sectores acusan al oficialismo de «querer sabotear los comicios».
Un TSE bajo presión
El órgano electoral enfrenta críticas por supuesta falta de independencia, en un contexto marcado por la cercanía de las elecciones y la ausencia temporal de su principal figura. Hassenteufel había asumido la presidencia interina en junio, tras la renuncia de anteriores vocales por denuncias de parcialidad.
Todo se definirá en las urnas
La estabilidad del TSE será clave para evitar conflictos postelectorales. Con San Martín al mando temporal y Hassenteufel en recuperación, el reto es ejecutar unos comicios limpios en un clima político polarizado. Los resultados del 17 de agosto podrían redefinir el equilibrio de poder en Bolivia.