Gobierno británico de Labour lucha por reactivar la economía estancada
Keir Starmer enfrenta descontento popular tras un año sin avances económicos visibles. La combinación de Brexit, pandemia y falta de inversión lastra el crecimiento. Los ciudadanos critican la priorización del gasto militar sobre servicios públicos.
«Una mezcla tóxica de crisis sin resolver»
El primer ministro británico heredó una economía debilitada por una década de austeridad, el Brexit y la pandemia. Según el economista Andrew Lee, «las empresas no invierten por la continua incertidumbre». La inflación y los altos intereses de la deuda (8% del presupuesto) limitan las opciones de Labour.
Frustración ciudadana
Testimonios como el de Karl, un informático de Leeds, reflejan el malestar: «No hay dentistas en el NHS y mis amigos están decepcionados con Labour». Su padre, jubilado, no puede vender su velero por el colapso del mercado de segunda mano. El partido Reform UK de Nigel Farage gana terreno en las encuestas.
Contradicciones políticas
Los expertos critican que Starmer «generó expectativas irreales» al prometer rápido crecimiento. La restricción migratoria -incluso para estudiantes internacionales- ha mermado ingresos universitarios. «Parece que sigue en campaña», señala Lee, pese a tener mayoría parlamentaria absoluta.
Raíces de un malestar prolongado
El Reino Unido acumula problemas estructurales desde la crisis de 2008, agravados por cuatro cambios de primer ministro desde 2019. La productividad se estanca y las infraestructuras -como la estación Waterloo- muestran falta de mantenimiento. La UE advierte que la deuda supera el 100% del PIB, lejos del 60% recomendado.
Un horizonte económico aún incierto
La credibilidad del Gobierno depende de que logre estimular la economía en los próximos meses. Con escaso margen fiscal y presión populista, deberá equilibrar reformas impopulares con demandas sociales urgentes como la sanidad pública.