Las ciudades registran hasta 11º más que el campo por el efecto isla de calor
La diferencia térmica entre zonas urbanas y rurales alcanza su máximo por la noche. Este fenómeno, agravado por materiales de construcción y actividad humana, afecta a la salud y el consumo energético. Datos de ciudades españolas muestran variaciones de hasta 4,1º en Valencia.
«El asfalto que no deja respirar»
El efecto isla de calor urbana ocurre porque edificios y pavimentos absorben calor diurno que liberan por la noche, impidiendo el descenso térmico. «Los materiales de construcción, la falta de vegetación y el bloqueo de corrientes de aire son clave», explica el texto. En Madrid la diferencia promedio es de 1,3º, pero en zonas céntricas se han medido 11º más que en periferias.
Factores que amplifican el problema
La densidad poblacional, la altura de los edificios, la orientación de las calles y hasta el color de los tejados influyen en la intensidad del fenómeno. Ciudades costeras o rodeadas de montañas presentan comportamientos distintos, según el análisis.
Sudar más, dormir peor
Las consecuencias directas incluyen mayor riesgo de golpes de calor, trastornos del sueño y enfermedades cardiovasculares. También incrementa el gasto en aire acondicionado: «El balance térmico siempre es positivo, incluso al refrigerar». Parques y ríos urbanos mitigan parcialmente el efecto.
Un futuro más caliente
El cambio climático y la migración rural agudizarán el problema. «Las megaciudades son más vulnerables, y concentran a millones de personas expuestas», advierte el texto. Se prevé que las temperaturas urbanas sigan aumentando en paralelo al calentamiento global.
Cuando el cemento dominaba el paisaje
El fenómeno se documenta desde la industrialización, pero se intensificó con el boom urbanístico del siglo XX. La sustitución de zonas naturales por infraestructuras densas y materiales como el asfalto creó patrones térmicos irreversibles en áreas metropolitanas.
Menos gris, más verde
Soluciones como aumentar la vegetación, usar pinturas reflectantes o rediseñar la planificación urbana podrían reducir el impacto. Sin embargo, la efectividad depende de adaptar cada medida al contexto local, según concluye el análisis.