Gobierno británico de Labour lucha por reactivar la economía estancada
Keir Starmer enfrenta una «toxic mix» de crisis heredadas sin lograr avances visibles. Tras un año en el poder, su popularidad cae frente al auge de la derecha populista. La deuda supera el 100% del PIB y los servicios públicos colapsan.
«Expectativas rotas y bolsillos vacíos»
Ciudadanos como Karl, informático de Leeds, ejemplifican el descontento: «No hay dentistas en el NHS y nadie compra bienes de segunda mano». Su padre, jubilado, intenta vender un velero sin éxito. El 70% del gasto estatal se destina a intereses de deuda, dejando sin recursos a salud e infraestructuras.
Factores de la crisis
Andrew Lee, economista, señala una combinación tóxica: austeridad post-2008, Brexit, pandemia, guerra en Ucrania y cambios bruscos de gobierno. «Empresas no invierten por incertidumbre crónica». A esto se suma el caos arancelario provocado por Donald Trump.
Falta de rumbo político
Starmer llegó prometiendo crecimiento pero sin plan concreto. Jonathan Portes, del King’s College, critica su mensaje contradictorio: «Denunció el desastre heredado pero prometió soluciones rápidas». Ahora recorta migración estudiantil, afectando ingresos universitarios, para contentar a la derecha.
Herencia envenenada
Reino Unido arrastra una década de estancamiento: inversiones paralizadas, productividad baja y servicios públicos colapsados. La deuda supera el 100% del PIB (frente al 60% recomendado por la UE) y los intereses consumen el 8% del presupuesto anual, más que el gasto en defensa.
El reloj corre para Starmer
Aunque tiene mayoría parlamentaria hasta 2029, la presión populista y la falta de margen fiscal limitan sus opciones. La población espera mejoras tangibles en empleo y servicios, mientras economistas advierten que solucionar problemas estructurales requiere años.