Gobierno británico de Labour lucha por reactivar la economía estancada
Keir Starmer enfrenta descontento popular por falta de resultados económicos. La combinación de Brexit, pandemia y limitaciones fiscales reduce su margen de acción. Los ciudadanos critican decisiones impopulares y prioridades contradictorias.
«Una mezcla tóxica de crisis sin resolver»
El primer ministro británico heredó una economía debilitada por una década de austeridad, Brexit y shocks globales. «Empresas e inversionistas actúan con cautela por la incertidumbre persistente», explica Andrew Lee, economista. Aunque Labour no ha cometido errores graves, su promesa de crecimiento rápido choca con la realidad: el PIB avanza lentamente y la deuda supera el 100%.
Ciudadanos entre la frustración y el desencanto
Testimonios como el de Karl, un técnico de Leeds, reflejan el malestar: «El sistema de salud colapsa mientras aumentan gastos militares». Su padre, jubilado, ejemplifica la contracción del consumo: «Nadie compra bienes no esenciales». El partido Reform UK, de derecha populista, capitaliza este descontento y lidera las encuestas.
Limitaciones financieras y presiones políticas
El 8% del presupuesto se destina a pagar intereses de deuda, frente al 5% asignado a defensa. Labour restringe incluso la migración estudiantil, reduciendo ingresos universitarios, para contentar a sectores conservadores. «Parece que siguen en campaña electoral», critica Lee.
De Thatcher a Starmer: ciclos de expectativas incumplidas
El Reino Unido arrastra baja productividad e infraestructuras obsoletas desde los recortes poscrisis de 2008. Cuatro primeros ministros en cinco años (Johnson, Truss, Sunak, Starmer) agravaron la inestabilidad. Trump y su guerra comercial añadieron volatilidad reciente.
Un mandato para definir prioridades
Con mayoría parlamentaria pero sin margen fiscal, Starmer debe elegir entre inversiones sociales o ajustes. Los analistas coinciden: la paciencia de los británicos se agota. Su credibilidad depende de mostrar avances concretos antes de 2026.