Rusia intensifica ataques con drones termobáricos en Ucrania
Las ojivas de 90 kg duplican su capacidad destructiva. Ucrania responde con municiones antidrón artesanales. El conflicto entra en una fase más letal con armas de bajo coste y difícil interceptación.
«Explosiones que consumen el oxígeno y alcanzan 2.000 ºC»
Rusia ha modificado sus drones Shahed-136 para cargarlos con ojivas termobáricas de 90 kg, según el comandante ucraniano Oleksiy. Estas bombas generan una onda expansiva que «destruye edificios y es letal en espacios cerrados». Kateryna Stepanenko, del Instituto para el Estudio de la Guerra, confirma su uso sistemático contra infraestructuras civiles y militares.
Adaptación táctica rusa
Moscú integra estas armas —usadas previamente en Chechenia— en drones baratos y precisos, saturando las defensas ucranianas. En un solo día, Kyiv reportó 270 drones y señuelos, interceptando solo dos tercios. «La saturación agota nuestros sistemas antiaéreos», admiten fuentes ucranianas.
Contramedidas ucranianas
Ucrania desarrolló balas antidrón de 5,56 mm con perdigones mediante el programa Brave1. Son «municiones que transforman fusiles convencionales en armas antiaéreas portátiles», sin necesidad de logística adicional. Rusia también prueba versiones artesanales con rifles AK.
De Chechenia a Járkov: la escalada termobárica
Rusia empleó estas armas desde los 90, pero ahora su integración en drones multiplica su alcance y letalidad. Ucrania atacó en julio una fábrica rusa de ojivas para frenar su producción, aunque la asimetría tecnológica persiste.
Guerra tecnológica y dilemas éticos
Organizaciones de derechos humanos cuestionan el uso de armas termobáricas en zonas urbanas por su daño indiscriminado. La combinación de bajo coste, alta disponibilidad y letalidad redefine la guerra convencional, mientras Ucrania busca contrarrestar la amenaza con innovación local.