Jóvenes con enfermedades invisibles relatan sus desafíos diarios
Cuatro mujeres comparten cómo afectan sus diagnósticos a sus vidas. Marina, Anna, Simin y Emily detallan las dificultades de condiciones como tumores cerebrales o POTS. Sus testimonios revelan la lucha por normalidad y el reclamo de mayor comprensión social.
«Antes corría, ahora me agoto paseando al perro»
Las afectadas, entre 20 y 32 años, describen cambios radicales tras sus diagnósticos. Marina (32), con un tumor cerebral, pasó de «tener notas excelentes a suspender» por pérdidas súbitas de memoria. Anna sufre POTS: «En 2024, mis piernas temblaban como gelatina en plena conferencia». Ambas destacan cómo síntomas como vértigos o fatiga extrema alteran su rutina.
Reinventarse frente al límite
Pese a los obstáculos, buscan autonomía: Marina continúa su doctorado en psicología jurídica, mientras Simin y Emily combaten la depresión y el síndrome de fatiga crónica (ME/CFS) con proyectos laborales. «Exigimos estructuras accesibles», subrayan. Sus relatos evidencian que enfermedades no visibles requieren igual reconocimiento.
La juventud no es sinónimo de salud
El artículo destaca que dolencias como cáncer o trastornos neurológicos afectan a personas jóvenes, pese al estereotipo de invulnerabilidad. La falta de señales físicas externas complica el diagnóstico y la validación social, según los testimonios.
Un grito contra la indiferencia
Las protagonistas coinciden en que su mayor batalla es lograr adaptación sin renunciar a metas. El texto refleja la urgencia de sensibilización y políticas inclusivas para condiciones médicas ocultas.