Analista describe el «estatismo emocional» en la cultura política boliviana
La dependencia del Estado persiste como rasgo cultural en Bolivia, según el investigador Miguel Ángel Amonzabel. El artículo analiza cómo esta mentalidad afecta la educación, la economía y la calidad democrática, en un contexto de polarización y falta de formación política.
«El Estado como refugio y proveedor absoluto»
La cultura boliviana concibe históricamente al Estado como «un espacio de estatus que no exige competencia técnica ni mérito», señala Amonzabel. Esta visión, arraigada desde la Revolución del 52, prioriza la lealtad ideológica sobre la capacidad técnica en cargos públicos. El modelo educativo actual, con su enfoque comunitario agrario, agrava la desconexión con las necesidades urbanas y globales.
Redes sociales y superficialidad política
Las plataformas digitales han reemplazado el análisis crítico por «consignas, memes o videos de 30 segundos». Esto, sumado al adoctrinamiento en zonas rurales, limita el debate democrático real. El autor observa que tanto seguidores del MAS como simpatizantes de discursos libertarios repiten consignas sin comprensión doctrinal.
Raíces de una crisis institucional
El texto subraya que los entes reguladores bolivianos actúan como «brazos políticos», favoreciendo empresas estatales ineficientes. Aunque China adopta reformas de mercado, en Bolivia la privatización sigue siendo tabú pese al fracaso de múltiples empresas públicas. Ningún candidato presidencial propone abiertamente cambiar este modelo.
Herencia histórica, desafío actual
Bolivia arrastra una tradición de Estado paternalista desde el siglo XX, reforzada por sistemas educativos ideologizados. La Ley Avelino Siñani profundizó esta tendencia, mientras la polarización política y la falta de formación técnica en cargos públicos debilitan las instituciones.
Democracia sin deliberación
El análisis concluye que el país enfrenta una «crisis de cultura política», donde priman lealtades caudillistas sobre debates sustanciales. La combinación de estatismo emocional, educación doctrinaria y consumo superficial de información dificulta la construcción de un proyecto nacional inclusivo.