Mujeres bolivianas enfrentan violencia y estereotipos en política
El 70% de las entrevistadas identifica la violencia política como principal obstáculo. Un informe de Oxfam, la Coordinadora de la Mujer y el CESU-UMSS revela que la Ley 243 contra el acoso no se aplica con rigor. Los agresores suelen ser autoridades electas y rara vez son sancionados.
«La doble jornada política y doméstica agota a las mujeres»
El estudio «La paridad en tiempos de crisis», presentado este 11 de julio en La Paz, detalla tres barreras clave: roles de género tradicionales, estereotipos simbólicos y violencia política. Las investigadoras Luciana Jáuregui y Daniela Elías señalan que las mujeres deben demostrar constantemente su capacidad, mientras los varones parten de un reconocimiento automático.
Roles que limitan el poder real
Las políticas enfrentan presiones para cumplir simultáneamente con labores de cuidado, lo que reduce su energía para ejercer cargos. Esta carga es usada por colegas masculinos para cuestionar su dedicación. «La paridad numérica no garantiza poder de decisión», advierte el informe.
Estereotipos y racismo de género
Mujeres indígenas, jóvenes o madres son deslegitimadas con argumentos como falta de preparación o «manipulación». Su vida personal y apariencia son escrutadas, lo que limita su autoridad simbólica. El documento subraya que esto refuerza su marginación en partidos y legislaturas.
Violencia como herramienta de control
La Ley 243 no evita que agresores mantengan sus cargos. Las denunciantes son revictimizadas, acusadas de «debilitar» a sus organizaciones. El 70% de las entrevistadas en el estudio Delphi reportó violencia psicológica, verbal o física como obstáculo central.
Una democracia que resiste al cambio
Bolivia avanzó en paridad numérica con cuotas de género, pero el dominio masculino persiste mediante mecanismos informales. El informe vincula esta resistencia al temor de perder privilegios en contextos de crisis. La falta de sanciones efectivas envía un mensaje de impunidad.
¿Paridad real o solo numérica?
Las autoras proponen una «paridad participativa» que garantice condiciones dignas y libres de violencia. El desafío es transformar culturas partidarias y fortalecer instituciones. Sin medidas concretas, advierten, los avances logrados podrían retroceder.