Hijos del poder acceden a créditos millonarios sin garantías en Bolivia
Jóvenes vinculados al gobierno obtienen préstamos bancarios de hasta $us 9,1 millones sin historial crediticio. Mientras, ciudadanos comunes enfrentan préstamos usurarios al 20% diario. La disparidad evidencia desigualdades en el acceso al sistema financiero, según denuncia la periodista Mónica Briançon Messinger.
«Créditos VIP para apellidos con poder»
El artículo revela que personas con conexiones políticas reciben millones en préstamos sin requisitos básicos, como experiencia o garantías. «Basta un apellido presidencial y un formulario en tinta azul», señala la autora. Los bancos justifican estas operaciones como legales, aunque contrastan con las dificultades de la población para acceder a créditos mínimos.
La otra cara: usura en las calles
Mientras tanto, familias humildes recurren a prestamistas informales que cobran intereses del 20% diario. La autora describe casos como el de una madre de El Alto que, para pagar el traje folklórico de su hijo, termina endeudada con cobradores violentos. «Le prestan 1.000 bolivianos hoy, y mañana debe 1.200», ejemplifica.
Desigualdad financiera en «Plurilandia»
Briançon Messinger subraya que el Estado «mira para otro lado» ante esta brecha. Critica que se naturalice que los «hijos del poder» accedan a fortunas, mientras la ciudadanía común sufre préstamos predatorios. «Lo legal y lo ético no son lo mismo», remarca, al cuestionar la falta de regulación frente a la usura.
Fe, folklore y deudas
El texto vincula esta problemática con tradiciones bolivianas como el Gran Poder o Urkupiña, donde familias pobres se endeudan para participar. «La devoción ya no se mide en fe, sino en cuotas usureras», señala. Los prestamistas informales, muchos extranjeros, aprovechan esta necesidad con tácticas coercitivas.
Bailando con cadenas invisibles
La autora concluye que la deuda crece para los bolivianos comunes, pero no para los privilegiados. Mientras el país celebra sus festividades, las desigualdades persisten: «Los Arce convierten el poder político en oportunidades bancarias, y el silencio institucional en un cheque al portador».