Medios bolivianos minimizan violencia sexual en coberturas, según estudio
El 75% de las noticias analizadas usa lenguaje que revictimiza o normaliza agresiones. Investigación del IICC examinó 48 casos en El Alto, Potosí y Riberalta en 2024. La representación mediática invisibiliza factores como etnia y ruralidad, perpetuando estereotipos.
«Eufemismos que disfrazan violaciones»
El estudio revela que los medios emplean términos como «vejar» o «aprovechar» para describir violaciones, sugiriendo falsa complicidad. En El Alto, un titular policial redujo un abuso a «relaciones sexuales con menor», mientras en Riberalta se priorizó la condena («15 años de prisión») sobre la naturaleza del crimen. Las víctimas aparecen como sujetos pasivos, definidos por su edad o vulnerabilidad.
Desigualdad en las narrativas
Las fuentes institucionales (fiscales, policías) monopolizan el 80% de las coberturas, según el IICC. En Potosí, frases como «50.000 delitos de género» presentan el problema como cifras frías, sin contexto. Mientras, los agresores son humanizados: en Riberalta, un pastor violador fue nombrado con detalle, algo excepcional para víctimas.
Geografía de la invisibilidad
La investigación detectó que los casos urbanos reciben el triple de cobertura que los rurales. Notas como «ebrio no recordaba» (Potosí) o referencias a «festejos familiares» (Riberalta) desplazan la responsabilidad del agresor hacia factores externos, ignorando intersecciones como clase o etnia.
Raíces en el tratamiento superficial
El patrón responde a una tradición mediática que reduce la violencia sexual a hechos aislados. El uso persistente de «presuntamente» incluso tras sentencias (como en Riberalta) cuestiona la credibilidad de las víctimas, mientras se omiten análisis estructurales. El IICC señala que esto refuerza la impunidad y desincentiva denuncias.
Hacia una cobertura transformadora
El informe exige a los medios eliminar lenguaje revictimizante, incluir voces expertas y contextualizar causas. La transformación de estas narrativas, concluye, es clave para dejar de normalizar la violencia sexual como un problema individual y no social.