Riberalta enfrenta crisis sanitaria por malaria y dengue en medio del cambio climático
1.135 casos de malaria en tres meses golpean a la ciudad amazónica. La deforestación y el abandono estatal agravan la proliferación de enfermedades. Organizaciones internacionales implementan proyectos de emergencia.
«La Amazonía boliviana en emergencia silenciosa»
Riberalta, en el norte de Bolivia, sufre un colapso sanitario por brotes de malaria, dengue y leishmaniasis. El cambio climático y la deforestación han multiplicado los vectores, mientras el sistema de salud carece de insumos, personal e infraestructura. Proyectos como VIDA, de KOICA y World Vision, intentan paliar la crisis.
Datos que alarman
Según el Ministerio de Salud y la OPS, el Plasmodium falciparum (variante más letal de malaria) ya circula en la zona. El Dr. Mario Ramallo, coordinador de salud local, advierte: «Los nuevos mosquitos son más agresivos y no estamos preparados». Los niños menores de 9 años son los más afectados.
Comunidad abandonada
Graciela Paredes, presidenta del barrio San Sebastián, denuncia: «La gente se enferma de paludismo todo el tiempo». Miguel Ángel Fariñás, dirigente de Cosomusa, añade: «El municipio no tiene capacidad de gestión. Las norias secas traen más enfermedades».
Cuando el clima dicta la salud
La deforestación descontrolada y las sequías prolongadas han alterado los ecosistemas. Las lluvias intensas y el calor extremo crean condiciones ideales para los vectores. Riberalta, pese a su producción de castaña y riqueza cultural, carece de programas de prevención sostenibles.
Cooperación internacional, el salvavidas
El Proyecto VIDA, financiado por KOICA, beneficiará a 47.000 personas con clínicas móviles, laboratorios y sistemas de alerta temprana. Fariñás lo califica como «una bendición», pero subraya que se necesitan decisiones políticas urgentes para garantizar derechos básicos.
Resistir no es suficiente
La resiliencia de Riberalta choca con un sistema sanitario precario. Urgen medicamentos, infraestructura y personal capacitado. Como dice el poema de Shimose, la ciudad merece ser «la casa común de la esperanza», no el epicentro del abandono.