Bolivia se convierte en la segunda economía más inflacionaria de la región
El país registró en junio de 2025 la inflación más alta en 40 años. Según el Banco Mundial, Bolivia tuvo el crecimiento económico más bajo de la región en 2024. La deuda pública alcanzó los 43.173 millones de dólares, con una deuda per cápita de 3.816 dólares.
«Un cóctel de factores presiona los precios»
Bolivia ocupa el segundo puesto en inflación en Latinoamérica, solo superada por otro país no especificado. El índice de Libertad Económica 2025 sitúa al país en el puesto 30 de 32 en América, reflejando limitaciones estructurales. Además, Fitch Ratings otorgó a Bolivia su peor calificación en 21 años, la más baja de la región.
Impacto en la vida diaria
La inflación de alimentos en 2024 fue la más alta en 16 años, afectando directamente el poder adquisitivo. La escasez de carburantes y el contrabando (solo el 7% incautado correspondió a ropa usada y alimentos) agravan la situación. La balanza comercial y el bajo crecimiento económico (el segundo más bajo desde 2011) completan el panorama.
De la deuda a la desaceleración
En 2024, el riesgo país de Bolivia alcanzó su máximo histórico, según datos de abril de 2025. El Banco Mundial confirmó que el crecimiento económico fue el más bajo de la región, mientras que la deuda pública escaló a niveles preocupantes. Las cifras macroeconómicas no cumplieron con las metas establecidas, según reportes de febrero.
Mirando atrás para entender el presente
La inflación interanual en Bolivia ha seguido una tendencia alcista desde 1960, con picos críticos en los últimos años. El país ya se consolidó como la tercera economía más inflacionaria de Latinoamérica en 2024, antes de escalar al segundo puesto en 2025. La combinación de factores internos y externos ha limitado la capacidad de respuesta.
Un futuro incierto con datos preocupantes
La situación económica de Bolivia enfrenta múltiples desafíos: alta inflación, bajo crecimiento, deuda creciente y calificaciones crediticias en mínimos. Sin cambios estructurales, el impacto en la población podría intensificarse, especialmente en el acceso a alimentos y combustibles. Los indicadores actuales no muestran señales de mejora inmediata.