Recicladoras en Bolivia trabajan en la informalidad pese a su aporte ambiental
El 80% de las recicladoras depende de este trabajo como principal ingreso. Pese a su rol clave en la sostenibilidad, enfrentan discriminación y falta de apoyo institucional. La Asociación Eco-Recicladoras de La Paz, con 48 integrantes, opera desde 2023 con personería jurídica.
«Nos llaman recicladoras, pero el respeto aún falta»
Dalia Quispe, presidenta de la asociación, describe una realidad de esfuerzo físico, discriminación e inseguridad. Las recicladoras trabajan desde madrugadas hasta altas horas de la noche, recolectando materiales en zonas como El Alto, la Zona Central y Sur de La Paz. «Algunas no tienen casa propia ni espacio para almacenar lo recolectado», explica.
Un trabajo minucioso y adaptado
Seleccionan botellas PET, cartón, metales y vidrio, pero priorizan materiales livianos por las limitaciones físicas de muchas afiliadas, incluidas adultas mayores. «El trabajo es desafiante, nos adaptamos según nuestras capacidades», destaca Quispe.
Precariedad compartida
En La Paz y El Alto existen al menos cuatro asociaciones similares, todas marcadas por invisibilidad y desprotección. Pese a su crecimiento, ninguna cuenta con apoyo estructural de autoridades.
De la basura al reciclaje: un cambio nominal
Históricamente, estas trabajadoras fueron estigmatizadas como «las que viven de la basura». Aunque ahora se las reconoce como recicladoras, la discriminación persiste, junto a la falta de políticas públicas que formalicen su labor.
Un futuro sostenible, pero sin sostén
Su actividad mitiga el impacto ambiental de los residuos urbanos, pero su subsistencia sigue atada a la informalidad. La ausencia de viviendas dignas, seguridad laboral y reconocimiento social refleja la deuda pendiente con este sector clave para la economía circular.