Francia despliega aviones AWACS para proteger cumbre de la OTAN en La Haya
Un E-3F francés evitó una colisión con cazas holandeses durante la misión. La aeronave vigila un espacio aéreo restringido de 10 km durante la reunión de líderes aliados. La tripulación alerta sobre comportamientos hostiles de aviones rusos en fronteras orientales.
«Identificar cada avión en el radar»
El AWACS francés, con 18 tripulantes, ajustó su rumbo abruptamente al detectar dos F-35 holandeses demasiado cerca. «Esto casi nunca ocurre», declaró el teniente coronel Cédric. La misión, coordinada con cazas, helicópteros y buques, busca garantizar la seguridad aérea durante la cumbre del 25-26 de junio.
La amenaza rusa en el este
Según el capitán Marc, aviones rusos intentan interferir «en cada vuelo» cerca de Ucrania, exigiendo abandonar zonas internacionales. La OTAN ha desplegado cazas para interceptarlos cuando violan normas. Camille Grand, exsecretario general adjunto, destacó que estas misiones «unen a los aliados» frente a posibles agresiones.
De los radares a la política
El AWACS, adquirido en los 90 a EE.UU., será reemplazado por aviones suecos GlobalEye en 2035. Su radar detecta aeronaves en 700 km, pero su mantenimiento es complejo. La decisión refleja tensiones en la OTAN tras el regreso de Trump, cuyas dudas sobre el Artículo 5 han generado incertidumbre.
Vigilancia humana vs. tecnología
El mayor Benoît, jefe de misión, subrayó que «un operador humano es clave» para analizar trayectorias y nacionalidades. Pese a la automatización, la tripulación monitorea sin pausa la zona roja sobre La Haya.
El futuro de la defensa europea
Francia apuesta por sistemas suecos mientras los aliados prometen destinar 5% del PIB a defensa para mantener a EE.UU. comprometido. El AWACS sigue en alerta permanente desde los atentados del 11-S, pero su relevancia disminuye frente a nuevas tecnologías.
Aliados en un cielo tenso
La misión evidencia la coordinación OTAN ante amenazas, aunque con desafíos políticos y tecnológicos. La sustitución del AWACS marca un giro en la industria defensiva europea, en un contexto de creciente presión rusa y divergencias transatlánticas.