Analista cuestiona el legado de la Ilustración en la sociedad actual
HCF Mansilla afirma que persisten atavismos culturales pese al racionalismo. En un ensayo publicado en Brújula Digital, el autor critica que las élites recurren a emociones para mantener el poder. La reflexión se basa en pensadores como Arendt, Gray y Girard.
«La razón no borró los mitos: las élites manipulan con narrativas»
Mansilla sostiene que el proyecto ilustrado «fracasó» al pretender crear «individuos en serie», ya que la mayoría se aferra a tradiciones y creencias. Destaca que, como señalaba Saramago, «la sabiduría no es exclusiva de las élites». Ejemplifica cómo medios como FOX o figuras locales «tratan al público como menores de 12 años» para reforzar prejuicios.
Democracia vs. tribalismo
El texto subraya que la libertad es un «valor aristocrático» (según Tocqueville), mientras que la igualdad moderna limita su alcance. Critica la arquitectura contemporánea como símbolo de «pulsiones igualitarias que sacrifican la belleza». Además, señala que el progreso moral es una «secularización de la providencia cristiana» (Karl Löwith), pero su fe ha decaído.
El ocaso del orden liberal
Mansilla advierte que el sistema posguerra podría ceder ante «nuevos príncipes o tiranos», apoyados por multitudes hastiadas de élites intelectuales. Apunta a un «retorno de usanzas políticas olvidadas», donde líderes «toscos» ganan terreno por representar rebeldías populares. Cita a Gray: «Perdemos respeto por lo que no entendemos».
Cuando la fe vence a la razón
El ensayo recuerda que, como en el siglo III con Tertuliano, muchos creen «no porque sea verdad, sino porque es absurdo». Las masas prefieren seguridad tribal o figuras que exalten sus «dioses seculares», desde mitos hasta arraigos identitarios. Incluso los librepensadores, dice, siguen dogmas como el cosmopolitismo o el agnosticismo.
Un futuro de emperadores, no de filósofos
El análisis concluye que el orden liberal no es el «punto final», pues los pueblos priorizan experiencias colectivas sobre la razón. La crítica a las «castas académicas» y su «coerción» habría alimentado el ascenso de líderes antiestablishment. El texto evoca a Tácito para sugerir que, tras el desprestigio de las élites, surgirán figuras aclamadas por su conexión con lo tribal.