Pescadores peruanos demandan más compensación por vertido de petróleo
Más de 4.000 pescadores artesanales afectados exigen indemnización justa. El derrame en la Refinería Talara contaminó 10 km de costa en diciembre de 2024. PETROPERÚ asegura haber cumplido con los compromisos, pero los afectados reclaman daños económicos y ambientales no resueltos.
«El mar que ya no alimenta»
El 22 de diciembre de 2024, un escape en un oleoducto de la Refinería Talara (Piura) vertió crudo al Pacífico, afectando playas y paralizando la pesca. Tres días después, el gobierno peruano declaró emergencia ambiental por 90 días, dejando sin sustento a miles de familias. «Recibimos 200 soles [55 dólares], pero perdimos semanas de trabajo», denuncian los pescadores.
Impacto inmediato y respuesta insuficiente
PETROPERÚ inicialmente reportó un derrame de 140 litros, pero luego recuperó nueve barriles de residuos. La empresa contrató a locales para limpieza y entregó tarjetas de compra, pero los pescadores exigen 9.000 soles [2.470 dólares] por pérdidas durante la emergencia. «¿Cómo educaré a mis hijos sin ingresos?», cuestiona César Álvarez, pescador submarinista.
Daños colaterales y negligencia
Unas mareas anómalas posteriores destruyeron embarcaciones y infraestructura turística, agravando la crisis. OEFA multó a PETROPERÚ con 50.000 dólares por no identificar el origen del vertido, sumándose a casi 100 millones en sanciones ambientales acumuladas. Biólogos advierten: «El crudo no desaparece, solo se dispersa».
Un siglo de convivencia conflictiva
La región de Talara vive de la industria petrolera desde hace 100 años, pero la regulación ambiental llegó en los años 2000. Pescadores como Tulio Chapilliquen (56 años) recuerdan vertidos sin control en su infancia. El derrame de diciembre revivió esos fantasmas, con playas contaminadas y especies marinas afectadas.
Sin justicia a la vista
Los pescadores iniciaron acciones legales contra PETROPERÚ, mientras la empresa insiste en haber cumplido sus compromisos. Nuevos manchas de petróleo en febrero provocaron protestas reprimidas con gases lacrimógenos. Con la pesca reanudada pero bajo vigilancia, la desconfianza persiste en una costa donde el crudo y el sustento siguen en tensión.