Mujeres afrocolombianas protegen manglares y moluscos en el Pacífico
28 piangüeras conservan los manglares y regulan la extracción de moluscos. La asociación Raíces Piangüeras, creada en 2019, combate la sobreexplotación de este recurso ancestral en Bahía Málaga, Colombia. El 80% de la piangüa se exporta a Ecuador, reduciendo su población en un 60% desde 1980.
«El oro negro que sostiene a generaciones»
Las piangüeras, mujeres afrodescendientes de Bahía Málaga (Valle del Cauca), recolectan el molusco Anadara tuberculosa como sustento económico y cultural. «Antes encontrábamos más piangüa, pero ahora otros vienen y la sobreexplotan», lamenta Marlin Valencia, miembro de la asociación. La CVC (Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca) y Conservation International apoyan su labor con financiación y monitoreo científico.
Guardianas de los manglares
Las mujeres rotan zonas de extracción y establecen «períodos de descanso» para los manglares, hábitat crítico para la piangüa. «Los manglares son como casas: los cuidamos y arreglamos», explica Aura Nelly Díaz. Usan un piangüímetro para asegurar que los moluscos midan al menos 5 cm, respetando su ciclo reproductivo. En Ecuador, el límite es 4.5 cm, lo que dificulta la conservación.
De la tradición al turismo sostenible
La asociación diversifica ingresos con la Ruta Piangüera, donde turistas aprenden sobre el molusco y degustan platos tradicionales. Matilde Mosquera, representante legal, destaca: «La piangüa pagó mis estudios». El programa EcoGourmet las conecta con restaurantes que valoran cadenas de suministro responsables.
Un legado amenazado por la comercialización
La piangüa alimentó a comunidades afrocolombianas por 400 años, intercambiándose con indígenas por frutas o yuca. Desde los años 90, la demanda ecuatoriana aceleró su declive. Estudios alertan sobre pérdida de diversidad genética y mayor vulnerabilidad a enfermedades en la especie.
Cantos de resistencia en el manglar
Pese a los desafíos, las piangüeras mantienen viva su herencia. Valencia resume: «Soñamos con piangüa». Su modelo combina conocimiento ancestral, ciencia y turismo, demostrando que la conservación puede ser sostenible económica y culturalmente.