Una familia indígena aislada en el Amazonas contacta con el mundo exterior en medio de la presión deforestadora
Una familia de tres indígenas aislados, pertenecientes a un grupo no contactado en la región de Mamoriá Grande, en el sur del estado de Amazonas (Brasil), ha establecido contacto con agentes de la Fundación Nacional del Indio (Funai) tras separarse de su comunidad. El encuentro, ocurrido el 12 de febrero, marca un momento crítico en la lucha por proteger a los pueblos indígenas no contactados frente al avance de la deforestación y la explotación ganadera en la Amazonía brasileña.
Un contacto inesperado en el corazón del Amazonas
La familia, compuesta por una pareja y un bebé, perdió contacto con su grupo principal durante la temporada de lluvias, quedando atrapada en una zona de difícil acceso y con escasez de alimentos. “Estaban más delgados, aparentemente anémicos, por lo que les brindamos asistencia médica y les ayudamos con la caza y la pesca”, explicó Daniel Cangussu, coordinador de la Frente de Protección Etnoambiental Madeira Purus de Funai. Los agentes han estado acampando cerca de la familia durante más de un mes, estableciendo una relación de confianza a pesar de la barrera lingüística.
Mamoriá Grande, ubicada en una de las áreas mejor conservadas de la Amazonía, es hogar de al menos cuatro grupos indígenas aislados. Esta región forma parte de un mosaico de áreas protegidas que actúan como barrera contra la deforestación, pero la presión de ganaderos y especuladores de tierras amenaza su integridad.
El avance del “arco de deforestación”
La región sur de Amazonas se encuentra en la mira de la expansión ganadera, impulsada por proyectos como la pavimentación de la carretera BR-319, que conecta Porto Velho con Manaus. Según estudios de la Universidad Federal de Minas Gerais, la pavimentación de este tramo podría cuadruplicar las tasas de deforestación en la zona, afectando a 40 áreas de conservación y 50 territorios indígenas, incluidos los grupos aislados de Mamoriá Grande.
Lucas Ferrante, investigador de la Universidad de São Paulo, advierte que “cualquier apertura de estas áreas es una amenaza para los pueblos indígenas y para el ciclo de lluvias de Brasil”. La región es clave para los llamados “ríos voladores”, que transportan humedad desde la Amazonía hacia el sur y sureste del país, responsables del 70% de las precipitaciones en esas zonas.
Riesgos de zoonosis y conflictos territoriales
El contacto entre comunidades no contactadas y el mundo exterior también plantea riesgos sanitarios. “Esta es una de las mayores reservas zoonóticas del planeta”, afirma Ferrante, quien alerta sobre la posibilidad de que nuevos virus y bacterias se propaguen rápidamente, como ocurrió durante la pandemia de COVID-19.
Además, la demarcación de tierras indígenas enfrenta resistencias políticas y sociales. En diciembre de 2024, Funai emitió una orden de restricción de uso para proteger un área de 260.000 hectáreas en Mamoriá Grande, pero senadores y comunidades locales han cuestionado la medida, argumentando impactos socioeconómicos y conflictos con reservas extractivistas.
Un legado de violencia y resistencia
La decisión de estos grupos de permanecer aislados es una respuesta histórica a las masacres y desplazamientos sufridos durante la dictadura militar brasileña (1964-1985), cuando más de 8.000 indígenas fueron asesinados. “Tienen miedo de los blancos porque ya han matado a muchos”, explica Zé Bajaga Apurinã, coordinador de la organización indígena FOCIMP.
Desde 1987, Funai sigue una política de no contacto, respetando la autonomía de estos pueblos. Sin embargo, el proceso de demarcación de tierras es lento y está sujeto a presiones políticas, especialmente bajo gobiernos que priorizan intereses agroindustriales.
El futuro incierto de Mamoriá Grande
El destino de la familia contactada y su grupo principal dependerá de las decisiones que tomen en los próximos meses. “Si el río se seca y regresan con sus parientes, continuaremos protegiendo el territorio”, señala Cangussu. Mientras tanto, Funai trabaja en colaboración con comunidades locales y agencias ambientales para equilibrar la protección indígena con los derechos de los habitantes de la región.
El caso de Mamoriá Grande es un recordatorio de la fragilidad de los pueblos indígenas no contactados y la urgencia de proteger la Amazonía frente a la deforestación y la explotación desmedida. La supervivencia de estos grupos no solo es crucial para la diversidad cultural, sino también para el equilibrio ecológico y climático de Brasil y el mundo.